Pichincha

26.3.08

Aventura del fotògrafo

Foto: Liliana Muente

"Es como en los sueños...cuando una presencia venida de las profundidades de la memoria se adelanta, se deja reconocer y de pronto se transforma en algo inesperado, en algo que aun antes de la transformaciòn asusta porque no se sabe en què irà a transformarse."

"La aventura de un fotògrafo" - Italo Calvino


24.3.08

El Zahir


"Antes de 1948, el destino de Julia me habrá alcanzado. Tendrán que alimentarme y vestirme, no sabré si es de tarde o de mañana, no sabré quién fue Borges. Calificar de terrible ese porvenir es una falacia, ya que ninguna de sus circunstancias obrará para mí. Tanto valdría mantener que es terrible el dolor de un anestesiado a quien le abren el cráneo. Ya no percibiré el universo, percibiré el Zahir. Según la doctrina idealista, los verbos vivir y soñar son rigurosamente sinónimos; de miles de apariencias pasaré a una; de un sueño muy complejo a unsueño muy simple. Otros soñarán que estoy loco y yo con el Zahir. Cuando todos los hombres de la tierra piensen, día y noche, en el Zahir, ¿cuál será un sueño y cuál una realidad, la tierra o el Zahir?

En las horas desiertas de la noche aún puedo caminar por las calles. El alba suele sorprenderme en un banco de la plaza Garay, pensando (procurando pensar) en aquel pasaje del Asrar Nama, donde se dice que Zahir es la sombra de la Rosa y la rasgadura del Velo. Vinculo ese dictamen a esa noticia: Para perderse enDios, los sufíes repiten su propio nombre o los noventa y nueve nombres divinos hasta que éstos ya nada quieren decir. Yo anhelo recorrer esa senda. Quizá yo acabe por gastar el Zahir a fuerza de pensarlo y de repensarlo, quizá detrás de la moneda esté Dios."


Texto: JORGE LUIS BORGES
(extr. de "El Zahir")

Foto: LUIS MIKOWSKI © 2007

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21.3.08

Amarillo




No dormí.
Toda la noche, no dormí.
De placer.

El camino ocre-amarillo se tendía frente a mí.
la suave brisa lo hacía movedizo.
Por un instante pensé en el monetarismo....
ja ja, no, en los amarillos de Monet.

Soñé, pero no era un sueño vacío.
Será este amarillo parte de mi esencialidad?

En esta época me invade la fina lluvia,
los grises del cielo.
Los amarillos.
El viento barre las hojas.
No, no. Que no se vuele el ensueño!

Manos I

Esfinges suelen ser
Una mano, dos manos. Nada más.
Todavía me duelen las manos que me faltan,
esas que se quedaron adheridas a la barca fantasma que me
trajo
y sacuden la costa con golpes de tambor,
con puñados de arena contra el agua de migraciones y nostalgias.
Son manos transparentes que deslizan el mundo debajo de mis pies,
que vienen y se van.
Pero estas que prolongan mi espesa anatomía
más allá de cualquier posible hoguera,
un poco más acá
de cualquier posible paraíso,
no son manos que sirvan para entreabrir las sombras,
para quitar los velos y volver a cerrar.
Yo no entiendo estas manos.
Sí,
demasiado próximas,
demasiado distantes,
ajenas como mi propio vuelo acorralado adentro de otra piel,
como el insomnio de alguien que huye inalcanzable por mis dedos.
A veces las encuentro casi a punto de ocultarme de mí
o de apostar el resto en favor de otro cuerpo,
de otro falso plumaje
que conspira con la noche y el sol.
Me inquietan estas manos
que juegan al misterio y al azar.
Cambian mis alimentos por regueros de hormigas,
buscan una sortija en el desierto,
transforman la inocencia en un cuchillo,
perseveran absortas como valvas en la malicia y el error.
Cuando las miro
pliegan y despliegan abanicos furtivos,
una visión errante que se pierde entre plumas,
entre alas de saqueo,
mientras ellas se siguen,
se persiguen,
crecen hasta cubrir la inmensidad
o reducen a polvo el cuenco de mis días.
Son como dos esfinges que tejen mi condena con la mitad del crimen,
con la mitad de la misericordia.
¡Y esa expresión de peces atrapados,
de pájaros ansiosos,
de impasibles harpías con que asisten a su propio ritual!
Esta es la ceremonia del contagio y la peste hasta la idolatría.
Una caricia basta para multiplicar esas semillas negras que propagan la lepra,
esas fosforescencias que propagan la seda y el ardor,
esos hilos errantes que propagan el naufragio y la sed.
¡Y esa brasa incesante que deslizan de la una a la otra
como un secreto al rojo,
como una llama que quema demasiado!
Me pregunto, me digo
qué trampa están urdiendo desde mi porvenir estas dos manos.
Y sin embargo son las mismas manos.
Nada más que dos manos extrañamente iguales a dosmanos en su oficio de manos,
desde el principio hasta el final.
Poema: Olga Orozco
Fotografía:
Luis Mikowski © 2008

20.3.08

Mas Oliverio

NO SE ME IMPORTA UN PITO

1
No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.


OLIVERIO GIRONDO

Fotografía: Luis MIkowski © 2008

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19.3.08

DESNUDEZ



Apagaron las luces de la tienda. Me han dejado desnuda y descompuesta. Aún así podré mirar a los transeúntes, protegida por su indiferencia. Igual a todas las otras noches, los veo pasar distraídos. Esporádicamente, siento una mirada lasciva sobre mi desnudez.

Lo más triste es que la lujuria nunca hará transpirar mi cuerpo.

Sigo inmóvil en mi vitrina, con los ojos fijos en mis angustias. Sólo la noche aduladora me acaricia fielmente con su lengua de amante. En la madrugada, los borrachos me miran con atención: en su conciencia, lúcida por el delirio alcohólico, se llevan mi alma y doblan con ella en la próxima esquina; aquí, quedan despojados de espíritu mis labios entreabiertos para el beso.
IRIA PUYOSA
Fotografía: Luis Mikowski © 2008
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18.3.08

NI CIELO. NI INFIERNO.

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DESORDEN

" Casi inmediatamente, la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto es que anhelaba ceder. Hacer diez años bastaba cualquier simetría con apariencia de orden —el materialismo dialéctico, el antisemitismo, el nazismo— para embelesar a los hombres. ¿Cómo no someterse a Tlön, a la minuciosa y vasta evidencia de un planeta ordenado? Inútil responder que la realidad también está ordenada. Quizás lo esté, pero de acuerdo a leyes divinas —traduzco: a leyes inhumanas— que no acabamos nunca de percibir. Tlön será un laberinto, pero es un laberinto urdido por hombres, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres."
Jorge Luis Borges, de "¨Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"
FOTOGRAFIA: Luis Mikowski © 2008

14.3.08

Dicotomía incruenta

DICOTOMIA INCRUENTA

Siempre llega a mi mano

mas tarde que otra mano que se mezcla a la mía

y forman una mano.

Cuando voy a sentarme

advierto que mi cuerpo

se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse

adonde yo me siento.

Y en el preciso instante

de entrar a una casa,

descubro que ya estaba

antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,

y que mientras me rieguen de lugares comunes,

ya me encuentre en la tumba,

vestido de esqueleto,

bostezando los tópicos y los llantos fingidos.

OLIVERIO GIRONDO

fotografía Luis Mikowski © 2008

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13.3.08

Jorge Luis, lo real y lo irreal



"No habrá puesto puesto Borges tanto énfasis en las pinturas realistas para destacar precisamente su opuesto: la irrealidad de su intrimisión? Es cierto que Borges es, a no dudarlo, el único personaje real, de carne y hueso, y que los otros son los irreales por fantásticos y fabulados, pero ese tan vívido y punzante realismo literario nos ha rodeado de tal modo, nos ha invadido con tal fuerza, que ha habido un momento en que el único mundo real era el mundo de esos orilleros y esas chinas y, en consecuencia, la repentina y súbita inclusión de Borges, era la única irreal, siquiera por un momento. El juego, por tanto, es valido en cuento reversible. Si consideramos como único real, el plano literario y su mundo, Borges es lo irreal introducido. Si, por el contrario, afirmamos la primacía de nuestro mundo como real, los orilleros y su mundo, o sea el plano literario, será lo irreal por contraste. Pero en cualquier caso, los dos planos subsisten y se complementan y no podemos evadirnos de su potencia, ni negar uno de ellos en pura lógica"

de "Borges y la nada" de Manuel Ferrer

Fotografía de Luis Mikowski © 2008

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Refundación

En el día de la fecha, jueves 13 de marzo de 2008, tenemos el honor de refundar este blog, en el deseo de continuar este camino fecundo ya iniciado.