DESNUDEZ
Apagaron las luces de la tienda. Me han dejado desnuda y descompuesta. Aún así podré mirar a los transeúntes, protegida por su indiferencia. Igual a todas las otras noches, los veo pasar distraídos. Esporádicamente, siento una mirada lasciva sobre mi desnudez.
Lo más triste es que la lujuria nunca hará transpirar mi cuerpo.
Sigo inmóvil en mi vitrina, con los ojos fijos en mis angustias. Sólo la noche aduladora me acaricia fielmente con su lengua de amante. En la madrugada, los borrachos me miran con atención: en su conciencia, lúcida por el delirio alcohólico, se llevan mi alma y doblan con ella en la próxima esquina; aquí, quedan despojados de espíritu mis labios entreabiertos para el beso.
Lo más triste es que la lujuria nunca hará transpirar mi cuerpo.
Sigo inmóvil en mi vitrina, con los ojos fijos en mis angustias. Sólo la noche aduladora me acaricia fielmente con su lengua de amante. En la madrugada, los borrachos me miran con atención: en su conciencia, lúcida por el delirio alcohólico, se llevan mi alma y doblan con ella en la próxima esquina; aquí, quedan despojados de espíritu mis labios entreabiertos para el beso.
IRIA PUYOSA
Fotografía: Luis Mikowski © 2008
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